Es llegeix a les Upanisad que “el que pensa en Déu es converteix en Déu”. Per això, un dia sense la proximitat d’allò sagrat - a falta d’experimentar-lo- és un dia sec, en el que em sento allunyat de la meva naturalesa, lluny del centre. Potser per això la lectura de “La mente participativa” de Henryk Skolimowski m’ha semblat tant fèrtil. He llegit el llibre com qui escolta una conversa vigorosa, trobant-hi les intuïcions i els balbotejos propis en les paraules ordenades d’un altre: una forma de tornar a casa.
p. 367
“Sobre el lienzo del universo participativo, tejemos como individuos pequeños universos de significado. Nuestra subjetividad es importante, y a través de ella expresamos las diferencias entre los hombres. Sin embargo, nuestro vínculo evolutivo es incluso más relevante. Mediante él expresamos la magia de ser persona, los valores que mejoran y elevan la condición humana, el sentido indeleble por el cual, a pesar de los pesares, nos emociona estar vivos, inmersos en el viaje del devenir, tener como compañeros de viaje a otros seres vivos, y tener montañas, arroyos, bosques y borrascas también como compañeros en el tapiz desplegado del devenir evolutivo.”
p. 466
“La filosofía participativa es un acto de coraje: vivir lo divino, pues ¿qué otra cosa puede hacer el hombre que toma en serio su destino? Vivir lo divino supone un principio ético y participativo, así como de comprensión.
El universo ha creado incontables maravillas. Entre ellas tenemos la creación de la mente, no menos espectacular que la de una galaxia. Quizás incluso más, pues la mente se ha convertido en el ojo a través del cual el universo se contempla a sí mismo. Esta verdad es fundamental: mediante la mente, el universo se entiende a sí mismo. Sin mente, la gloria del universo no podría ser escuchada. Si no hay mente que comprenda, no hay universo que contemplar. La mente es el modo en el que el universo se celebra a sí mismo.”
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Henryk Skolimovski
La mente participativa
Traducció de Juan Arnau i Su Lleó
amb pròleg de Jordi Pigem.
Atalanta, Vilaür,
2016.