De camí, al tren, alterno dues capbussades als llibres que em fan companyia i es produeix el següent diàleg entre les dues lectures.
Pàgines 28 i 36:
“Como señala Walter
Benjamin (...) la traducción literaria filtra en un idioma influencias, alteraciones y combinaciones que no habrían sido posibles sin la
presencia de las percepciones y los estilos literarios extranjeros, la
significación y el peso materiales de la literatura que está fuera del territorio de lo puramente monolingüístico. En otras palabras, la
influencia de la literatura. Traducida tiene un efecto revivificante y
expansivo sobre lo que es horrorosamente denominado como el 'idioma de
destino' (...). "
“Goethe creía que una literatura se agota a sí
misma y sus recursos se ven menoscabados si se cierra a las influencias y
a las contribuciones de otras literaturas. No sólo la literatura sino
el propio idioma prosperan cuando hacen conexiones con otros idiomas. La
inyección lingüística de nuevos medios de expresión da lugar a una
expansión de vocabulario, a una potencialidad evocativa y la experimentación estructural. En otras palabras, la ampliación de
horizontes que llega con la traducción no afecta solamente a los
lectores, a los hablantes y a los escritores de un idioma, sino a la
naturaleza del idioma mismo. Cuanto más abraza un idioma filtraciones y
transfusiones de elementos nuevos y giros extranjeros en el fraseo, más
grande, más enérgico y más flexible se vuelve como medio expresivo”.
Edith Grossman
Por qué la traducción importa.
Traducció de Elvio.E. Gandolfo.
Katz Editores,
Buenos Aires-Madrid, 2011.
Cal dir que en aquests passatges, Edith Grossman parla per un auditori
d'estudiants nord-americans. És a dir, un context a on, segons ella mateixa, la literatura traduïda representa una ínfima part de la producció editorial. El que em sorprèn és la sincronia amb el passatge que just acabo de llegir de les memòries de Sándor Márai.
Segona part, Capítol 6:
“Yo creo que de todos los escritores europeos, los húngaros eran
los lectores más aplicados. En Hungría, la lectura era una tarea muy
importante para los escritores, más importante incluso que la propia
escritura, porque el idioma húngaro no se hallaba todavía anclado en las
distintas capas de la conciencia literaria como el alemán, el italiano o
el francés. Estas lenguas europeas de nutrían de su periferia
idiomática teutónica, latina, eslava… El idioma húngaro no había sido
almacenado en ningún lugar: hubo que reunir sus palabras durante un
milenio entero, echando mano de vocablos prestados que en ocasiones eran
extraños y no tenían nada que ver con el espíritu del idioma. (…)
Por
lo tanto, los escritores de todas las épocas (…) importaban, de
contrabando, palabras nutritivas al idioma húngaro raquítico y anémico,
intentado maquillar la palabra advenediza para que no se reconociera.
(…) Leyeron en todas las épocas y en todos los idiomas accesibles.
Hacían traducciones de poemas persas desde su versión alemana, de poemas
chinos desde su versión inglesa… Leían todo porque era necesario
rellenar los huecos del idioma húngaro, para que, además de las palabras
necesarias, tuviera también otras no tan indispensables. Sabían que la Literatura comienza con las palabras innecesarias.”
Sándor Márai
¡Tierra, tierra!
Traducció de Judit Xantus Szarvas.
Salamandra,
Barcelona, 2006.